El mal del viajero romántico
Este exquisito mal aquejó a Stendhal en la basílica de la Santa Croce y por eso, al parecer, le ha dado nombre. Cuenta en uno de sus libros de viajes, que después de un largo día paseando por Florencia, entrando en iglesias y museos, fachadas, cúpulas, frescos, repentinamente sintió una extraña angustia acompañada de vértigos y fuertes latidos de corazón que explicó así: “La vida se me había desvanecido, caminaba con temor de caer”. Recurrió a un médico que, tras tomarle el pulso y mirarle los ojos, le dijo que padecía una sobredosis de belleza; las emociones del escritor ante la visión de la belleza artística superaron su estado racional y, la imposibilidad de expresar de un modo inmediato todos sus sentimientos, le llevó a un momentáneo estado de shock. Había nacido el síndrome de Stendhal, estudiado, diagnosticado -e incluso medicado-, por diversos profesionales entre ellos Graziella Magherini, profesora de psicopatología de la Universidad de Florencia y durante años psiquiatra del servicio de salud mental del Hospital Santa María Novella. La observación de esos enfermos, llevo a la Dra Magherini, (que en 1990 publicó una obra que dio nombre a este trastorno) a afirmar que el síndrome se manifiesta con un repentino malestar, y síntomas psíquicos y físicos. Dentro de los síntomas psíquicos estarían trastornos de percepción, especialmente de sonidos y colores, sentimientos persecutorios y estados de ansiedad, sentimientos depresivos, o por el contrario estado de euforia y en ocasiones pensamiento omnipotente y ausencia de autocrítica; por lo general el paciente se siente confuso y desorientado. Entre los síntomas físicos estarían sudor, taquicardia y desvanecimientos.
Sintetizando, las manifestaciones clínicas presentadas se agruparían en tres clases, los trastornos de percepción y de la visión de la realidad, los del estado de ánimo y los afectos y las crisis de pánico y ansiedad somatizada.
Viajeros solitarios y de mediana edad - mayoritariamente mujeres-, con gran sensibilidad receptiva y ansia por contemplar la belleza son los más propensos a padecerlo; pero eso sí, los italianos, al parecer, están inmunizados.
Sintetizando, las manifestaciones clínicas presentadas se agruparían en tres clases, los trastornos de percepción y de la visión de la realidad, los del estado de ánimo y los afectos y las crisis de pánico y ansiedad somatizada.
Viajeros solitarios y de mediana edad - mayoritariamente mujeres-, con gran sensibilidad receptiva y ansia por contemplar la belleza son los más propensos a padecerlo; pero eso sí, los italianos, al parecer, están inmunizados.
Martini, Simone: La Anunciación
4 Comments:
La belleza obnuvila, sin duda. Aunque a mí me encanta el arte y amo Italia, no he sentido ese síndrome. He de decir, en cambio, que he observado que mi capacidad para captar las cosas es limitada. Quiero decir, que cada vez que entro en un monumento o una iglesia veo cosas nuevas, cosas que en las anteriores visitas no he sido capaz de ver. Desde luego, en ese país hay belleza para volverse loco/a. Saludos cordiales.
Isabel, tampoco yo he sentido los síntomas del síndrome; a lo más he quedado extasiada mirando alguna pintura u otra obra de arte. He sido consciente de mis limitaciones y también de mis ansias continuas por captar y aprehender lo que me rodea. Por cierto ¿sabes que ya se habla del síndrome de David?.
Tu página es exquista. Un saludo
Esto es la sublimación del placer estético!!!
Y de la pasión, la emoción.
Publicar un comentario
<< Home