Decisión y riesgo

A la hora de tomar decisiones podemos adoptar varias posturas. Fiarnos de algo o de alguien: astrólogos, lectura de las manos, el tarot, los sueños, los adivinos...; decidir al estilo de lo que Heródoto relata en su Historia: “Los persas…….Cuando estaban embriagados, deliberaban sobre los más graves asuntos y las decisiones tomadas eran revisadas cuando estaban sobrios, aunque también procedían de forma contraria”. Considerar que la opción correcta será finalmente obvia y no hacer nada mientras tanto es otra forma de actuar, aunque en puridad “no decidir es decidir” . Otras veces nos protegemos del peso de las decisiones que afectan a nuestra vida y repartimos la responsabilidad con otros, así apelamos al "-yo tengo..., -yo debo..." en lugar de: "yo quiero..., yo escojo... yo elijo...". No es que el sentido del deber en si mismo sea algo negativo, muy al contrario, pero quizás no debamos reducir nuestra vida sólo a eso. En fin, como sabeis, las posibilidades son muchas y diversas.
La realidad es que muchas veces tendemos a refugiarnos en aquello que dice el refrán: “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Pero hay más opciones, Ralph Waldo Emerson dijo: “Grabad esto en vuestro corazón; cada día comienza en nosotros un año nuevo, una nueva vida.". Hay situaciones en la vida a las que hay que echar audacia y coraje; son aquellas en las que tomamos conciencia de que nos está sucediendo algo importante por lo que merece la pena arriesgarse. La psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross decía que ante la pregunta “¿Qué haría si volviera a vivir?”, la mayoría de las personas que estaban próximas a morir respondían: “Me hubiera arriesgado más”.
Fotografía: Mappelthorpe
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