Preciado Tubérculo

En el siglo XVIII, el farmacéutico de la Casa Real de los Inválidos Antoine-Auguste Parmentier, (al que se le atribuye el descubrimiento de las patatas fritas) intentó convencer a la población de que la patata no era venenosa y según cuenta la crónica apócrifa, de acuerdo con el rey Luís XVI ideó una estratagema para vencer la reticencia de los agricultores: se ordenó sembrar cerca de París un campo con patatas vigilado constantemente por soldados y, cual si fuera secreto de estado, se prohibió a la población que se acercara a la zona. Eso bastó para despertar la curiosidad de los agricultores que pensaron que algo tan protegido debía tener gran valor. Una noche, llegada la época de la recogida se retiró la vigilancia y al amanecer el campo apareció saqueado, no quedaba ni un solo tubérculo. Dicen que a raíz de este suceso se empezaron a cultivar las patatas en Francia de forma masiva; su cultivo se generalizó paulatinamente al resto de Europa.
Pues bien después de todos los avatares y ahora que constituye un ingrediente básico en nuestra dieta alimenticia -sola o acompañando a multitud de platos y cocinada de las más diversas formas-, este tubérculo se está convirtiendo en una especie de “bocata di cardinale”, y no sólo por su sabor. Baste un ejemplo, el Índice de Precios de Consumo (IPC) subió tres décimas en diciembre debido, entre otros factores, a un incremento del 24% en el precio de la patata. Quien se lo iba a decir a los españoles del XVI y quien nos lo iba a decir a nosotros.
Van Gogh, V : Los comedores de patatas
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