Nombre:

sábado, diciembre 23, 2006

Árbol y Navidad

El árbol ha tenido un significado místico para casi todas las culturas ya que representa el vínculo de unión del cielo y la tierra: ahonda sus raíces en la tierra y se levanta hasta el cielo; para muchas religiones es un signo de encuentro con lo sagrado, del encuentro del hombre con la divinidad y de la divinidad con el hombre.
Se cree que los orígenes del árbol de Navidad están en la antigua creencia germana de que un árbol gigantesco sostenía el mundo; en su copa estaba el cielo, en sus ramas las estrellas, la luna y el sol y en sus raíces más profundas el infierno. Era también símbolo de la vida ya que no pierde sus hojas en invierno cuando casi toda la naturaleza parece haber muerto. El investigador Frederic Manns afirma, no obstante, que tiene su origen en dos símbolos medievales, el Árbol del Paraíso, -de cuyos frutos comieron Adán y Eva y de donde viene el pecado original-, y el Símbolo de la Luz.
San Bonifacio, un misionero británico del siglo VII, adaptó esta tradición al mundo cristiano haciendo del árbol adornado un símbolo del nacimiento de Cristo y del amor perenne de Dios. Algunos otros hablan que Martín Lutero fue quien introdujo esta costumbre en centroeuropa cuando a su regreso de Wittenberg, adornó con manzanas y pequeñas velas un abeto doméstico, recreando así la impresión que tuvo al observar los árboles helados del bosque que resplandecían bajo la luz de las estrellas; las manzanas serían el símbolo de los dones que los hombres tenían en el paraíso y las velas la luz de la fe en que la vida se renovará de nuevo.
En los países nórdicos, en el s XVI, se empiezan a reunir las familias en torno a un árbol; el día 24 de diciembre los niños salían a pasear mientras los adultos colocaban y decoraban con dulces y juguetes un árbol que sorprendía a los niños a su regreso; este hecho marcaba el inicio de la celebración de la fiesta de Navidad. Los primeros documentos que nos hablan de la costumbre de colocar en Navidad árboles de abeto o de pino en las casas de la región de Alsacia datan del s. XVII. Esta costumbre de gran arraigo en Alemania y los países escandinavos no llegaría hasta el siglo XIX a Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Puerto Rico, China y Japón. En Inglaterra fueron precursores los soberanos de la casa de Hannóver, Jorge III – y su esposa Carlota-; más tarde el Príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo, esposo de la Reina Victoria de Inglaterra quien, para celebrar la Navidad, hace colocar en 1841 un árbol en el palacio decorándolo con velas que hacían relucir bellos y finos adornos. A Francia llegó en 1837 a raíz del matrimonio del Duque de Orleáns con la princesa Elena de Mecklemburg. En España empezó a penetrar por Cataluña en el primer cuarto del siglo XX y tuvo grandes detractores ; en la actualidad se encuentra arraigado en la mayoría de Europa, Latinoamérica y en Estados Unidos.
Sea cual sea la razón y la finalidad, lo cierto es que en pocos hogares no está presente en estas fechas. Símbolo, costumbre, tradición o sencillamente ornamentación, es depositario de magia, anhelos y esperanza, no en vano suelen colocarse los regalos y las tarjetas con las peticiones y deseos a sus pies. Cada cual, si quiere, dará a los suyos la explicación que considere.