Fracaso Escolar
Según el Instituto Nacional de Calidad y Evaluación, casi la tercera parte de los estudiantes de ESO, obtienen calificaciones negativas, y el informe anual presentado por la OCDE sobre Educación 2005 indica que en España un 25% de los jóvenes no terminan sus estudios básicos, que estamos a la cabeza de los países desarrollados en cuanto a alumnos que no superan el bachillerato, y que es el único en donde los estudiantes no incrementan sus probabilidades de encontrar trabajo cuando poseen un título universitario. Estos datos, unidos a los que reflejan el elevado nivel de absentismo escolar y de abandono, indican la existencia de un alto grado de fracaso escolar,-superior en cuatro puntos a la media europea-, que hace necesaria la adopción de medidas de acción conjunta de todo el conglomerado social. En general, el término “fracaso escolar” se suele aplicar exclusivamente al alumnado ,-lo cual en sí es ya un error-, y hace referencia a quienes al finalizar la escolarización obligatoria no han logrado una formación básica que les permita integrarse de forma autónoma en la sociedad. Tradicionalmente los criterios más comunes para determinar el éxito o el fracaso escolar de un sistema ha sido el número de aprobados o suspensos al final de las diversas etapas educativas o el nivel de abandono de los estudiantes antes de concluir los estudios. Sin embargo, “poco se reflexiona sobre las necesidades del alumnado ante las nuevas expectativas sociales y el grado de idoneidad de la formación básica que reciben para integrarse en el sistema y menos todavía, sobre la incidencia que posee la escuela en el desarrollo de la capacidad autónoma del alumno para tomar sus decisiones”.
La sociedad se muestra sensible ante esta situación y observa con preocupación creciente los descensos que se aprecian en los niveles de formación, la percepción de fracaso de la enseñanza secundaria obligatoria y las disfunciones entre las necesidades que plantea una sociedad en permanente cambio y las respuestas que proporciona el sistema educativo. Mejorar la calidad, la eficiencia, la eficacia y la equidad del sistema deben convertirse en objetivo prioritario. La idoneidad y calidad de la educación, de los aprendizajes, depende de la interrelación de múltiples variables/factores que tienen estrecha relación con la estructura social y económica de la sociedad, en la que se inserta la escuela, y que deben ser tenidos en cuenta a la hora de diseñar una intervención.
Suele relacionarse el nivel de rendimiento con la inversión económica (porcentaje del PIB dedicado a la educación), pero reducir el problema exclusivamente a una cuestión financiera es un error. Hay otros factores igual o más definitivos y sobre los que se debe incidir : es necesaria una profunda revisión de los currículos para estructurarlos en función de los intereses y las necesidades reales; se necesita un alto grado de cohesión social; un buen funcionamiento de los centros escolares a los que se tiene que dotar de mayor grado de autonomía ; recuperar el prestigio social de la educación;garantizar la igualdad de oportunidades; tiene que dotarse de flexibilidad al sistema; se debe reforzar la educación infantil; potenciar la educación primaria,-acceso a las TICs, aprendizaje idioma extranjero, mejora de programas de lectura-; hay que incrementar los recursos económicos y humanos,-en zonas especialmente desfavorecidas-, para combatir el fracaso escolar mediante programas innovadores y adecuados; se tienen que desarrollar estrategias educativas que faciliten la incorporación de la población escolar inmigrante; conviene fomentar la participación de los padres en la vida de los centros, etc…
Otro gran punto flaco del sistema educativo radica en la formación inicial del profesorado,-sobre todo el de secundaria-, que probablemente no haya sido congruente con las exigencias de la práctica en un sistema que debe tener una función educadora y no sólo instructiva. Éste es un problema que ahora, con la vista puesta en el proceso de convergencia del sistema universitario europeo que trae aparejada una revisión y homologación de las distintas carreras, puede resolverse. De lo que no cabe duda es de la necesidad de revalorización de la función docente y de potenciación y mejora del profesorado arbitrando adecuados sistemas de formación y actualización.
Quizás, después de todo, la cuestión esté en lo siguiente: ¿debemos hablar de fracaso escolar o de fracaso del sistema educativo?
PoValley. Fotografía: Ernst Haas
1 Comments:
Tienes razón en todo, incluso en lo de los signos de puntuación. Haré dos cosas: intentaré, en breve, comentar con un poco de cordura algo sobre los factores que añades y, por supuesto, vigilaré más los signos de puntuación.
Un saludo y gracias por tu comentario
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