Educación y reformas
España se ha caracterizado por una proliferación legislativa en cuestiones educativas fácilmente constatable haciendo un recorrido histórico, por ejemplo, a partir del año 1836 en el que un Real Decreto estableció la entonces denominada primera, segunda y tercera enseñanza. Las causas de los cambios son evidentemente diferentes en cada contexto histórico pero es significativo que ya, en el siglo XIX, se dijera "que no había ministro del ramo que se tuviese como tal que no hubiese elaborado su propia normativa".
Lo cierto es que la sociedad española ha tenido grandes dificultades para dibujar un marco normativo estable, basado en un pacto social amplio. Han existido y siguen existiendo en el ámbito político ideologías pedagógicas contrapuestas, modelos pedagógicos enfrentados, una polémica constante por la presencia de la Iglesia católica en los centros y dificultades para adaptarse a las nuevas necesidades sociales, culturales, científicas, tecnológicas, políticas y económicas…, a las demandas del mercado laboral, a los movimientos migratorios, al fracaso escolar y a la universalización de la enseñanza secundaria.
Por otro lado es posible que la administración no se haya preocupado lo suficiente por llevar al profesorado a realizar un análisis reflexivo sobre su práctica educativa y haya adolecido de incidir en cambios del currículo escolar ( eludiendo abordar de forma rigurosa un análisis y selección de contenidos que faciliten la adquisición de la cantidad de conocimientos que se generan en la sociedad que nos ha tocado vivir), implantando determinadas teorías y modelos pedagógicos, sin acometer simultáneamente cambios organizativos, de formación del profesorado, y de innovación educativa, entre otras cuestiones.
Para intentar solucionar estos y otros problemas la norma se modifica casi permanentemente pero, las leyes de por si no garantizan el auténtico cambio educativo, es más, están imposibilitadas para conseguirlo, entre otras cosas, por ejemplo, si los docentes no modifican a la vez su dinámica de trabajo, en definitiva si la comunidad educativa no evoluciona. No se puede negar que en ciertos sectores hay una tradición al continuismo, y que de hecho hay prácticas didácticas y planteamientos pedagógicos que se mantienen en las aulas “desde el principio de los tiempos” sin que las nuevas leyes hayan conseguido modificarlos .En definitiva en muchos casos ( afortunadamente no en la mayoría) hay una falta de adaptación a los cambios, una reticencia o incluso una oposición, una negativa a implantar una diversificación pedagógica, etc ..., manteniéndose incluso objetivos pedagógicos trasnochados alejados del momento social en que vivimos, lo que, -no siendo desde luego la única causa-, sin duda contribuye a agudizar el hecho de que el sistema carezca de capacidad para afrontar las nuevas realidades y por lo tanto esté en constante reestructuración, manteniendo la inestabilidad.
Lo cierto es que la sociedad española ha tenido grandes dificultades para dibujar un marco normativo estable, basado en un pacto social amplio. Han existido y siguen existiendo en el ámbito político ideologías pedagógicas contrapuestas, modelos pedagógicos enfrentados, una polémica constante por la presencia de la Iglesia católica en los centros y dificultades para adaptarse a las nuevas necesidades sociales, culturales, científicas, tecnológicas, políticas y económicas…, a las demandas del mercado laboral, a los movimientos migratorios, al fracaso escolar y a la universalización de la enseñanza secundaria.
Por otro lado es posible que la administración no se haya preocupado lo suficiente por llevar al profesorado a realizar un análisis reflexivo sobre su práctica educativa y haya adolecido de incidir en cambios del currículo escolar ( eludiendo abordar de forma rigurosa un análisis y selección de contenidos que faciliten la adquisición de la cantidad de conocimientos que se generan en la sociedad que nos ha tocado vivir), implantando determinadas teorías y modelos pedagógicos, sin acometer simultáneamente cambios organizativos, de formación del profesorado, y de innovación educativa, entre otras cuestiones.
Para intentar solucionar estos y otros problemas la norma se modifica casi permanentemente pero, las leyes de por si no garantizan el auténtico cambio educativo, es más, están imposibilitadas para conseguirlo, entre otras cosas, por ejemplo, si los docentes no modifican a la vez su dinámica de trabajo, en definitiva si la comunidad educativa no evoluciona. No se puede negar que en ciertos sectores hay una tradición al continuismo, y que de hecho hay prácticas didácticas y planteamientos pedagógicos que se mantienen en las aulas “desde el principio de los tiempos” sin que las nuevas leyes hayan conseguido modificarlos .En definitiva en muchos casos ( afortunadamente no en la mayoría) hay una falta de adaptación a los cambios, una reticencia o incluso una oposición, una negativa a implantar una diversificación pedagógica, etc ..., manteniéndose incluso objetivos pedagógicos trasnochados alejados del momento social en que vivimos, lo que, -no siendo desde luego la única causa-, sin duda contribuye a agudizar el hecho de que el sistema carezca de capacidad para afrontar las nuevas realidades y por lo tanto esté en constante reestructuración, manteniendo la inestabilidad.
Mattisse de día. Matisse de noche. Carlos G. Alcolea
3 Comments:
Toda la clarividencia, razón, análisis y cordura que demuestras en tu artículo se echa en falta en los gurús de las políticas educativas y, como no, en muchos y muchas que viven ( bastante bisn, por cierto) de la educación.
Deberíamos postear y debatir más sobre el tema, cuando se reanude el curso académico. Es un placer leerte.
Eres muy generoso en tu comentario.
Te recojo el guante, y ahora que ya queda poco para "volver al cole" continuaremos con el tema. Para mi también es un placer leerte.
Los intentos de manipular ideas, valores, pensamientos y normas por parte de aquellos que controlan el poder, especialmente el económico, es una constante en la historia. Cuando los miembros de una sociedad no tienen una formación que fomente el análisis y el sentido crítico es más fácilmente manipulable.Creo que tenemos que hacer de esto último un eje vertebrador de la enseñanza. Si logramos que nuestros alumnos sean capaces de pensar, reflexionar, analizar, cuestionarse las cosas, opinar , proponer, decidir,...etc, será más dificil que la sociedad de por válido todo aquello que se le proponga desde las distintas instancias de poder. Quizás sea una utopía, tiene más coste personal,pero es mejor que conformarse. ¿O no?
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