Hikikomoris
Cerca de 1.200.000 jóvenes japoneses, uno de cada 10, da la espalda a la vida real y opta por encerrarse en la relativa seguridad de su habitación. Suelen ser en su mayoría varones entre 15 y 30 años que niegan cualquier contacto comunicativo con las personas de su entorno; no soportan la presión a la que se ven sometidos, se sienten incapaces de cumplir con el papel social que de ellos se espera, de enfrentarse al duro y competitivo mercado laboral…. y terminan aislándose en su casa, atrincherándose en su habitación, un espacio protegido repleto de aparatos de nuevas tecnologías, instalados en un mundo virtual -diferente al que tenían fuera y que les resulta insoportable,- en el que pasan el tiempo navegando por Internet, viendo la televisión, utilizando videojuegos, escuchando música, leyendo revistas, coleccionando fetiches…Toda su vida se desarrolla sin salir de casa y esta reclusión puede durar meses o años es más, el 41% de ellos pasan entre 1 y 5 años en su habitación.
Este fenómeno se ha bautizado con el nombre de Hikikomori que significa “recluirse, encerrarse, confinarse en uno mismo” y es definido con gran precisión por el escritor nipón Ryu Murakami: “Chicos retirados de la sociedad que se encierran en su habitación y rechazan cualquier tipo de contacto con el mundo exterior. Viven al revés: duermen todo el día, se levantan por la tarde y se quedan despiertos toda la noche viendo la televisión o entretenidos con videojuegos”. La mayoría de los padres asumen la situación como algo inevitable y lo mantienen en secreto por temor a sufrir el descrédito en una sociedad que valora por encima de todo el trabajo y el éxito.
Aunque no se conocen casos de hikikomori en las sociedades occidentales, varios expertos hacen una llamada de atención sobre el nivel de equipamiento de las habitaciones de niños y adolescentes: televisión, consolas de última generación, conexión a Internet… Esto sin duda tiene aspectos positivos pero a la vez, si no se les educa de forma adecuada en su uso, la habitación pueden convertirse en un espacio de privacidad alejado cada vez más del resto de la familia provocando indirectamente que se “fomente la cultura de la habitación, que permite a los pequeños de la casa tener un mundo propio” , con consecuencias imprevisibles.
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