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miércoles, abril 04, 2007

Diosa de la Madre Tierra

Cibeles diosa de Anatolia, cuyo santuario principal estaba en Frigia, personificación del principio femenino, diosa de la Madre Tierra, de la naturaleza, de la fecundidad . Conocida por los griegos como Rea, mujer de Cronos, progenitora de los dioses olímpicos; es la que cura y sana, pero también hiere con pestes y enfermedades. Protegía a las almas contra el espíritu del mal; gobernaba sobre las montañas, la selva, las cavernas, las aguas y los animales; protectora de las ciudades, los viajeros y navegantes; la que guía y defiende a su pueblo en la guerra. Se la representa sobre un carro tirado por leones (la pareja mitológica de amantes Atalanta e Hipomenes convertidos en leones por Zeus) con el Galatos -peinado en forma de cesta símbolo de divinidades de la fecundidad-, el gran velo sujeto a la cabeza con una corona de torres -símbolo de las ciudades donde impera-, el Tunpanón -tambor- en la mano izquierda, y una Cornucopia, -un cetro o un puñado de espigas y amapolas en la derecha- ya que de ella nacen los frutos de la tierra. El 4 de abril del 204 a.C. (con la Segunda Guerra Púnica) es recibida en Roma personificada en una piedra negra y se la veneró como la Gran Madre de los Dioses; desde entonces y para conmemorar su llegada se celebraban en esa fecha unas fiestas bulliciosas y coloristas conocidas como ludi megalenses. Presididos por los ediles curules, ese día los coribantes o galos, -sacerdotes eunucos en recuerdo de su amante Attis-, llevaban su imagen en procesión por las calles de Roma mientras los fieles la aclamaban al son de fuertes alaridos y una frenética música de flautas, tambores y címbalos.
El poeta latino Lucrecio describe una procesión pública de la imagen de la diosa celebrada con motivo de la festividad megalense:“resuenan en torno suyo los tensos timbales y las cóncavas panderetas; amenazan con su ronco son los cuernos, y la hueca flauta excita el ánimo con su frigia cadencia, y, como muestra de su violento furor, empuñan hoces que puedan, con el respeto que provoca la majestad de la diosa, espantar el ánimo ingrato y el corazón impío el vulgo….”
Cibeles y Atis